Su nombre original era Saulo de Tarso, conocido también como Pablo de Tarso, pero tiempo después, la iglesia católica le llamó San Pablo. Nació entre los años 5 y 10 d. C, en Tarso de Cilicia y es conocido como “El Apóstol de los gentiles”, “El Apóstol de las naciones”, o simplemente “El Apóstol”. Es considerado uno de los discípulos más importantes de Jesús, pese a que nunca llegó a conocerlo personalmente.
Pablo de Tarso nació en el seno de una familia acomodada que poseían el título de ciudadanos romanos, pese a ser muy ligados a las tradiciones y observancias judío fariseas.
Dado que, según se cree, hacia parte de la tribu de Benjamín, se le dio el nombre de Saúl (o Saulo) que era común dentro de esta tribu porque era un homenaje a la memoria del primer rey de Israel. Pero ya que era también un ciudadano romano, además llevaba el nombre latino de Pablo (Paulo). Esto no era extraño, porque los judíos de aquel entonces solían tener dos nombres: uno hebreo y otro latino o griego.
Puesto que, todo judío estaba en el deber de enseñar a su hijo un oficio, el joven Saulo se especializó en hacer la lona de las tiendas.
Tiempo después, una vez concluidos los estudios habituales en la comunidad de su ciudad natal, es enviado a Jerusalén, donde se encontraban las escuelas de los mejores maestros de la Ley, en especial la del reconocido Rabino: Gamaliel, a la que fue enviado y donde adquirió una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo).
Se cree que ya para el año 30, Saulo no debía de residir en Jerusalén cuando tuvo lugar la crucifixión de Jesús; sin embargo, se piensa que habitaba en la Ciudad Santa cuando, seis años más tarde, fue asesinado el apóstol Esteban al ser apedreado.
Entonces, en concordancia con la educación que había recibido, presidida por la más rígida observancia de las tradiciones farisaicas, Saulo se constituyó en aquellos años como un acérrimo perseguidor de los cristianos, a quienes se les consideraba entonces una secta hereje del judaísmo. Así, inflexiblemente ortodoxo, se cree que el joven Saulo de Tarso estuvo presente no sólo en la lapidación de Esteban, sino que se ofreció además a vigilar los vestidos de los asesinos.
Pero todo cambió, en el año 36, cuando los jefes de los sacerdotes de Israel, le confiaron la misión de buscar y hacer detener a los partidarios de Jesús en la ciudad de Damasco. Ya que, cuando iba camino hacia esta ciudad, fue testigo de forma inesperado de la manifestación prodigiosa del poder divino; fue repentinamente deslumbrado por una misteriosa luz, arrojado a tierra y perdió la visión durante un tiempo. Hecho que le dio un rumbo completamente distinto a su vida, ya que entonces, decidió convertirse en cristiano (nombre que se le dio a los seguidores de Jesucristo). Lo que, a su vez, conllevó a que pidiera ser bautizado y adoptara el nombre de Pablo (según lo cuenta en el libro de Hechos). Ya que según el relato del mismo libro (Hechos, capítulo nueve): “Le rodeó un resplandor de luz desde el cielo. El cayó en tierra y oyó una voz que le decía —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: —¿Quién eres, Señor? Y él Respondió: —Yo soy Jesús, a quien Tú persigues. Pero Levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que te es preciso hacer…»
Tras su estancia en Damasco, donde, recobró la vista, San Pablo se puso en contacto con el creciente grupo de seguidores de Jesús, dando inicio a sus primeras actividades de evangelización y posteriormente, decidió emprender un retiro durante algunos meses al desierto (no se conoce exactamente a dónde), afirmando así de manera más profunda, en el silencio y la soledad, los cimientos de su fe.
De vuelta a Damasco, fue violentamente atacado por los judíos más radicales, motivo por el que se vio forzado a abandonar clandestinamente la ciudad, descolgándose en un gran cesto desde lo alto de unas murallas.
San Pablo huyó entonces a Jerusalén, donde fue visto por Bernabé, quien lo llevó con Pedro y con Santiago, y allí debió huir nuevamente para escapar de los judíos de habla griega que le persiguieron por sus predicas. Es entonces conducido a Cesarea, y luego, enviado a refugiarse en Tarso, donde se encuentra de nuevo con Bernabé, con quien parte hacia Antioquía, donde pasan un año evangelizando. Haciendo que Antioquía se constituya como el centro del cristianismo.
De esta manera, San Pablo, se convirtió en uno de los principales difusores del mensaje que había dejado Jesús por diferentes ciudades (nombradas en sus Epístolas), arriesgando su vida, sufriendo persecuciones, encarcelamientos y, finalmente, perdiendo la vida al ser decapitado en Roma entre los años 58 y 67, durante el gobierno de Nerón.
La promesa, el redentor, el Rey, el esperado, el justo, el modelo a seguir. Amén…
La gran promesa del Señor, en el último día, Dios nos instruira de forma personal,…
Está es la promesa mas bella del Señor : "Me dedicaré a hacerles el bien…
Obedecer o te das golpes en la vida?, Aprender o chocas?, te sientes agotado, agobiado,…