Pedimos al Espíritu Santo la prudencia al hablar, detenerme en decisiones precipitadas, detener mi lengua para decir malas palabras, para ofender o destruir, reflexionar en mi actuar, en mi forma de ser, en mi autocrítica para ser un hijo agradable a Dios. Amén
¡Ay de mí si no evangelizara!
I Cor 9:16
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